Después de unos días pateando Nueva York de norte a sur y este a oeste llega por fin el primer contacto con la carrera, el jueves me presento en la “expo” para recoger mi dorsal. Aquí empiezo a entender lo que significa esta carrera, esta lleno de gente y la cantidad de marcas vendiendo sus productos no es comparable al de ninguna otra prueba que he realizado. El sábado, pequeña visita a Central Park y ver la llegada.
Y por fin llega el gran día. Me ha tocado el primer ferry a las 5h30, así que el domingo por la mañana me levanto sobre las 4h y a las 4h30 salgo del hotel en dirección del metro que me llevara hasta la terminal del ferry. Después de unos 45min y otros 25 en un bus por fin llego al “village” donde me toca esperar a que se de la salida, a las 9h 40 junto a los profesionales.
Después de unas 2 horas dando vueltas por el village, desayunando, descansando y resguardándome de las 4 gotas que nos han caído y del frió, por fin a las 8h 30 nos llaman para que vayamos a nuestros cajones de salida. Casi una hora de espera recluidos en una pequeña zona donde es imposible calentar y difícil hacer estiramientos. Las sensaciones que tengo no son demasiado buenas, no siento ese cosquillo típico antes de una carrera, esa moral por las nubes que me anima y que me hace ir por encima de mis posibilidades, no se son unas sensaciones de que hago yo aquí.
A falta de unos 20min abren las puertas de los cajones y nos dirigimos a la línea de salida. Por desgracia o no, me ha tocado correr por la parte baja del puente.
Pero a partir de aquí las cosas cambian, el cruzar el puente entre Brooklyn y Manhattan se me hace bastante duro y pesado, me entran ganas de parar y de hacer el tramo de subida andando. Continúo corriendo pero pensando que tendré que bajar mi ritmo ya que si no, no llegaré al final. Pero al salir del puente otra vez te encuentras con gente animando por todos los lados, y me olvido de mis problemas y sigo corriendo. Y así llego al kilómetro 30, no se si ha sido el famoso muro pero a partir de aquí empiezan mis problemas. Por primera vez en una carrera a pie tengo un bajón moral y mi capacidad de sufrimiento cae a un nivel muy bajo. Se me hace muy difícil mantener un ritmo y me empiezo a rallar con pequeñas cosas, entre ellas las calles mal asfaltadas y el acabar harto de tirarme encima la bebida en los avituallamientos (correr y beber en vasos de cartón no le he pillado el truco), por lo que después de cada avituallamiento decido caminar unos metros para poder beber tranquilamente. Y por fin llega lo que más temía: los calambres. A pesar de haberme tomado unos cuantos geles y haber bebido un poco en casi todos los avituallamientos, sobre el km 36 el abductor derecho y poco después el izquierdo dicen basta. Lo “bueno” es que estoy en el Bronx, donde menos gente hay animando, y me “puedo” parar a caminar e intentar relajar un poco las piernas. A partir de este punto tengo la sensación de haber dejado de correr y que mi estilo era más parecido al de la marcha atlética.
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